jueves, 22 de noviembre de 2012

Desde que nacemos hasta que morimos, nuestra vida es un continuo aprendizaje. Las personas que nos rodean nos enseñan a crecer y nos dan las herramientas , pautas, directrices (según educación, experiencia, sentido común, edad, ganas, amor y tiempo)...así vamos recogiendo todo eso y aprendiendo.

Cuando aprendemos que además de nosotros, existen más personas y más mundo, mas cosas que aprender, vamos creando nuestro propio yo y seguimos aprendiendo de las personas con las que compartimos nuestro tiempo...aunque siempre seremos únicos e irrepetibles.

Es lindo saber lo que hay detrás de cada cosa que existe...es lindo saber de nuestra propia existencia y de los comienzos de todo...todo lo que hemos aprendido y lo que nos gustaría aprender, seguirá formándonos, seguirá haciéndonos.

Cuando escuchamos y observamos, cuando queremos saber más y nos entregamos al conocimiento, se abre un mundo mágico, enriquecedor, que nos permite entender y sin querer empezamos a formar parte de eso y eso empieza a formar parte de nosotros.

Con la misma filosofía, si quisiéramos aprender más de vinos, me gustaría trasladar éstas palabras a un viñedo, a una cepa. Su "terroir" y su viticultor es quien le enseña desde sus raíces a crecer, según también educación, experiencia, sentido común, edad, ganas, amor y tiempo.

Ella va creándose a sí misma compartiendo y aprendiendo de las otras cepas que le rodean...después el técnico y/o enólogo dará lugar a su vino.

La planta, las uvas, el vino siempre será único e irrepetible en cada cosecha.

Sin querer queriendo, la vitivinicultura empezó a formar parte de mí y yo de ella.

Claudia Parés